lunes, 30 de agosto de 2010


Bueno, como la mayoria sabeis hace apenas una horita he llegado a meta, ha sido un viaje largo y en ocasiones duro, los ultimos dias han tenido un ritmo frenetico y no he dado a basto para escribirlo por lo que os pido paciencia. De momento os dejo aqui un trocito mas.

Parte XII

A pesar de que trato de evitar repetir el error cometido en Mashad, la situación se repite. No tengo la menor idea de donde alojarme y tras varios infructuosos intentos de lograr alguna orientación al respecto, acabo a merced de un taxista que en un paupérrimo ingles me hace entender que conoce un hotel barato.
Al poco de comenzar el trayecto, nuestra prearia comunicación me lleva a pensar que me he metido en un lío.
Mis instintos hacen saltar la alarma y le insto a aclarar cuanto pretende cobrarme y cuanto cuesta su “cheap hotel”. Sus respuestas evasivas y poco claras evidencian mis temores, evidentemente no piensa cobrarme el precio acordado.

Casi tengo que saltar en marcha cuando entre gritos y una terrible tensión le exijo detenerse en el arcén.
Tras unos larguísimos minutos y algo más que un susto, allí estoy yo, en algún lugar a las afueras de una gran ciudad, noche cerrada y un mal rato de categoría a la espalda.
Con los bártulos también a la espalda, comienzo a caminar por las desérticas “calles” en dirección a donde intuyo puede estar el centro.
Poco a poco las calles adquieren relativa normalidad y comienza a haber algunos viandantes que no parecen muy interesados en comunicarse conmigo. Rondan las 12 de la noche y la fauna que encuentro no es la más adecuada para prestarme ayuda.
Finalmente un joven solitario que según luego me explica se dirige a casa me ayuda en la búsqueda de alojamiento. El primer intento sobrepasa mis posibilidades, así que en un desesperado segundo intento acabo en una barriada cercana alojado en una txabola que deja al zulo de Mashad a la altura de la suite del Rich.
Estoy increíblemente cansado, los últimos días han tenido para mí demasiadas horas y los cambios horarios me tienen descolocado. Lleno de miedo me encierro en mi saco tras (a consejo del chico y la arrendadora) atrancar debidamente la puerta, en un intento de no tocar la mugrienta cama, refugiarme de los gritos que se cuelan desde el exterior y tratar que alguno de los extraños bichos que habitan en la estancia (similares a largos ciempiés aplastados) decida colarse en mi espacio vital.
Por suerte, el cansancio acumulado logra que la agonía dure poco.
Me despierto descolocado en aquel escenario propio de las más desagradables películas de terror, uno de esos alienígenas bichos repletos de patas cruza la pared a una velocidad de vértigo y la imagen me produce un escalofrío que me recorre la columna.
Me asomo al pseudo baño y a punto estoy de salir corriendo, pero 3 días de calor y viajes hacen del aseo una urgencia así que tratando de pensar en otra cosa, hago de tripas corazón y me lanzo al ataque.

Es difícil que un dia que comienza en la morada de Freddy Cruger rodeado de pequeños y repulsivos aliens no mejore, por lo que evidentemente lo hace.

Salgo a la calle y comienzo a caminar tratando de continuar la tarea de la noche anterior, la ciudad no es especialmente bonita pero resulta infinitamente mejor que mashad. A la luz del día, la gente de esta ciudad es mucho más amable pero solo hablan ruso, como mi ruso es igual a 0 me dedico a comunicarme por gestos y sonidos. En tan solo un par de intentos logro llegar a la estación de tren, no veais lo bien que me sale el sonido del mismo. Ahora mi ruso es igual a 0 + tren.

Tras largo rato tratando de entenderme con los empleados de la estación, finalmente me decanto por comprar un billete para Oskemen que parece ser la única opción para salir hoy de esta ciudad en la dirección que me interesa. A las 20,37 me embarcaré en un viaje de 23,5 horas que al menos me ahorrara una noche de hotel. No son ni las 11 por lo que tengo todo el dia para pasear.

Perdido por las calles y parques el dia transcurre sin contratiempos, el sol acompaña y la hora de tomar el tren llega facil.
El tren no está nada mal, resulta un tren cama relativamente comodo y completamente lleno, la gente muy sociable me bombardea con preguntas que no logro entender por lo que pasamos las horas jugando a un peculiar pictionary tratando de comprender las procedencias e historias de cada uno.
Uno de los “vecinos” me invita a pasar la noche en su casa cuando lleguemos a Oskemen, el problema de la estancia en esta ciudad parece solucionado. La noche se hace pesada, el calor y el exagerado traqueteo del convoy se suma al transito de gente haciendo difícil el descanso, cuando amanece la cosa no mejora, el aburrimiento llena cada rincon del vagón y mirar el paisaje no ayuda mucho ya que a pesar de su belleza resulta increíblemente monotono, son ya demasiadas horas de desierto.



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