Es viernes 22 de Marzo y apenas salgo de l
trabajo, salto a la “Borineta” y parto disparado en dirección Zaragoza. Un
estado de intranquilidad me desborda, las ganas de volver a la acción se
mezclan con las dudas y pequeños miedos que aparecen antes de cada viaje.
“¿Aguantaran los coches? ¿Acabaremos a
gritos entre nosotros? ¿Estaré demasiado oxidado para salir a la aventura?...”
Las pocas noticias que tengo del resto del
grupo no son muy alentadoras, “Rosita” ya está más o menos listo pero el
pequeño amarillo continúa en el quirófano. Las reparaciones y ajustes de última
hora se están alargando más de lo esperado y parece inevitable que la hora de
encuentro sea retrasada.
Por suerte, la espera se hace más que amena
con Pasku y compañía que me acogen de buena gana (Muchas gracias). Cena,
kalimotxo, vino, patxaran, cerveza…
La niebla es ya densa en mi cabeza cuando
pasada la 1 de la mañana los dos pandas estacionan junto a la Borineta. No son horas ni estoy en condiciones de
emprender un viaje por lo que decidimos descansar una horas y partir al
amanecer.
Dos se instalan en la Borineta mientras los
otros dos ocupamos el sofá que amablemente nos ceden pasku & co. (Gracias
de nuevo).
Apenas acabamos de tumbarnos y el despertador
ya está dando la lata, debería estar prohibido dormir menos de 4 horas.
La motivación que nos sale por los poros nos
hace emprender el viaje rebosantes de alegría y aunque avanzamos a un ritmo
decente (los 50km/h a los que circula el amarillo en cada cuesta arriba no
cuentan), nos vemos obligados a parar cada pocos kilómetros para buscar
solución a los “problemas” que padece el pequeño amarillo. Su escasa compresión
y el exceso de aceite en el carter, hacen que el filtro de aire se encharque de
aceite. Probamos múltiples inventos, decantadores, recuperadores e incluso una
chimenea, pero el habitáculo del panda se sigue llenando de humo y acabamos el
día (una vez recuperado el nivel normal de aceite) con la configuración
original.
La jornada se salda con 925km y más de 19h de
viaje. Hemos intentado coger el ferry en Málaga pero no ha sido posible y la
única posibilidad es bajar a Algeciras y tratar de embarcar a las 6am.
Estamos demasiado cansados y decidimos parar
un rato, la desmesurada urbanización de la costa no nos permite encontrar un
sitio para acampar unas horas y acabamos aparcados en un solar de marbella.
Todo apunta a que tampoco hoy descansaremos demasiado. Cuatro personas
durmiendo en dos seat pandas con el maletero repleto y sin asientos atrás no
dan mucho de sí (tampoco hace falta mucho para llenarlo), 4 horas después
reemprendemos la marcha doloridos y bastante cansados.
Ya en el puerto de Algeciras nos comunican que
el ferry de las 6 no sale y que tendremos que esperar al de las 8 que
finalmente zarpa a las 9:30.
Una vez en tierras Marroquíes, los amigos del
control fronterizo deciden tocarnos las narices (esto es algo que sucede en
todos los países del mundo, ¿viene en algún manual?) y sin ninguna razón aparte
del aparente placer de fastidiar, tardan unas cuantas horas en sellarnos el
pase.
Ahora sí, el verdadero viaje ha comenzado.
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