viernes, 5 de abril de 2013

Los comienzos siempre son difíciles




    Es viernes 22 de Marzo y apenas salgo de l trabajo, salto a la “Borineta” y parto disparado en dirección Zaragoza. Un estado de intranquilidad me desborda, las ganas de volver a la acción se mezclan con las dudas y pequeños miedos que aparecen antes de cada viaje. “¿Aguantaran los coches?  ¿Acabaremos a gritos entre nosotros? ¿Estaré demasiado oxidado para salir a la aventura?...”

   Las pocas noticias que tengo del resto del grupo no son muy alentadoras, “Rosita” ya está más o menos listo pero el pequeño amarillo continúa en el quirófano. Las reparaciones y ajustes de última hora se están alargando más de lo esperado y parece inevitable que la hora de encuentro sea retrasada.

   Por suerte, la espera se hace más que amena con Pasku y compañía que me acogen de buena gana (Muchas gracias). Cena, kalimotxo, vino, patxaran, cerveza… 
 La niebla es ya densa en mi cabeza cuando pasada la 1 de la mañana los dos pandas estacionan junto a la Borineta.  No son horas ni estoy en condiciones de emprender un viaje por lo que decidimos descansar una horas y partir al amanecer.
 Dos se instalan en la Borineta mientras los otros dos ocupamos el sofá que amablemente nos ceden pasku & co. (Gracias de nuevo).

  Apenas acabamos de tumbarnos y el despertador ya está dando la lata, debería estar prohibido dormir menos de 4 horas.

   La motivación que nos sale por los poros nos hace emprender el viaje rebosantes de alegría y aunque avanzamos a un ritmo decente (los 50km/h a los que circula el amarillo en cada cuesta arriba no cuentan), nos vemos obligados a parar cada pocos kilómetros para buscar solución a los “problemas” que padece el pequeño amarillo. Su escasa compresión y el exceso de aceite en el carter, hacen que el filtro de aire se encharque de aceite. Probamos múltiples inventos, decantadores, recuperadores e incluso una chimenea, pero el habitáculo del panda se sigue llenando de humo y acabamos el día (una vez recuperado el nivel normal de aceite) con la configuración original.

   La jornada se salda con 925km y más de 19h de viaje. Hemos intentado coger el ferry en Málaga pero no ha sido posible y la única posibilidad es bajar a Algeciras y tratar de embarcar a las 6am. 

   Estamos demasiado cansados y decidimos parar un rato, la desmesurada urbanización de la costa no nos permite encontrar un sitio para acampar unas horas y acabamos aparcados en un solar de marbella. Todo apunta a que tampoco hoy descansaremos demasiado. Cuatro personas durmiendo en dos seat pandas con el maletero repleto y sin asientos atrás no dan mucho de sí (tampoco hace falta mucho para llenarlo), 4 horas después reemprendemos la marcha doloridos y bastante cansados.


   Ya en el puerto de Algeciras nos comunican que el ferry de las 6 no sale y que tendremos que esperar al de las 8 que finalmente zarpa a las 9:30.
 Una vez en tierras Marroquíes, los amigos del control fronterizo deciden tocarnos las narices (esto es algo que sucede en todos los países del mundo, ¿viene en algún manual?) y sin ninguna razón aparte del aparente placer de fastidiar, tardan unas cuantas horas en sellarnos el pase.



 Ahora sí, el verdadero viaje ha comenzado.


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