Apenas salimos del puerto y enfilamos la
primera ascensión por una taladrada carretera, descubrimos que es el momento de
hacer un reset a nuestra imagen preconcebida de este país.
Inconscientes conductores a bordo de
destartalados artefactos a motor, circulando desordenadamente por carreteras
pobremente pavimentadas, no suponen ninguna sorpresa. Sí lo suponen no
obstante, la increíble belleza de los verdes prados y valles que se
extienden desde las cercanas cumbres
hasta los imponentes acantilados, así como la desinteresada amabilidad y el
buen trato de la gente local. Creo que son demasiados los prejuicios que la
sociedad intransigente ha instalado gratuitamente en nuestras cabezas.
Movidos por la belleza de los paisajes y apoyados por el calor del sol que hoy luce radiante, decidimos abordar la carretera de la costa. El trayecto es lento pero las vistas y el propio trazado de la bacheada carretera bien lo valen.
Kilómetro tras kilómetro vamos tomando
conciencia de donde estamos, comenzamos a manejar con soltura la moneda local,
conociendo los precios reales de las cosas y acostumbrándonos a sus peculiares
normas de circulación. Acabamos la jornada en Chefchaouen con tan solo 256km,
llevamos varias noches sin apenas dormir y lo que es peor, nuestra higiene
personal reclama urgentemente una revisión, por lo que optamos por pasar la
noche en un “hotel”. Nada como un buen cubo y una palangana para suplir la tan
ansiada ducha.
Los
escasos 206Km de la jornada siguiente solo significan una cosa.
Comienza el Off-Road |
Tratando de escapar de las vías principales, nos
aventuramos por toda suerte de caminos y pistas.
Barro, piedras, cabras, burros
y pequeños cúmulos de casas se mezclan con los increíbles paisajes. Guiados por un obsoleto mapa de 1986
recorremos la polvorienta ruta que con muchas vueltas nos guía hasta escasos kilómetros
de Fez. La primera jornada off road nos
permite hacer múltiples paradas para poco a poco comenzar a afinar el pequeño
panda amarillo, que dicho sea de paso, aún dista mucho de funcionar
correctamente.
Poco antes del ocaso, decidimos acampar en una
verde ladera a algunos cientos de metros de una poco transitada carretera. Un
local que recoge extraños cardos por la zona nos indica que es un buen
lugar.
Ha sido un buen día y todos tenemos un buen
sabor de boca, desgraciadamente, no tenemos demasiados días y en las próximas
jornadas habremos de escoger otro tipo de vías mas ágiles si pretendemos
acercarnos remotamente al plan inicial.
Tras la opípara cena, la animada sobremesa se alarga cuando un espontáneo
muchacho emerge de la oscuridad para saludarnos y tras haberse marchado, reaparece
con su hermano pequeño y una pesada bandeja.
Café, leche y crepes son su presente para los forasteros que se han
instalado “cerca” de su casa.
Pasando por la preciosa medina de Fez y las
imponentes montañas de Ifrane, el quinto día de viaje culmina en un paradisíaco
lugar a las faldas del Atlas, en las inmediaciones de Midelt.
Un tornillo de M8 dentro del carburador! |
El sol también nos ha acompañado hoy
haciéndonos disfrutar como niños del viaje. Perdidos entre montañas y mágicos
paisajes volcánicos, los dos vehículos continúan su marcha y del mismo modo,
continúan las labores de “ajuste” del pequeño amarillo que nos revela alguna
sorpresa dentro de su minusculo carburador.
El
vehículo recupera algún caballo perdido, pero continúa teniendo el establo
medio vacío.
Tras algunas recomendaciones de la gente
local, hemos enfilado una pista que asciende lenta pero constantemente. El
paisaje que nos rodea, delata que nos encontramos por encima de los dos mil
metros cuando forzados por la falta de luz decidimos acampar.
Ventosa acampada en el Atlas |
Acampamos en un lugar idílico. A un lado la
silueta de las altas montañas del atlas que nos observan curiosas, bañadas por
los perlados brillos de la luz de la luna casi llena, al otro, recortadas en
las colinas, las famélicas siluetas de algunos nudosos árboles solitarios,
callosos ancianos de madera que sobreviven rudos a las duras condiciones del
entorno.
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