Te lo cambio por el panda. |
Mongol Bori
viernes, 26 de abril de 2013
Amarillo: “Yo me quedo aquí”
viernes, 19 de abril de 2013
El Atlas, un duro rival
El día amanece claro en aquel mágico lugar, tras la intensa noche de fortísimos vientos que amenazaban con enviarnos de un salto al país de Oz.
La relativa incomodidad de nuestro pedregoso lecho, pierde su escasa importancia cuando el ahogado crepitar de la cremallera, deja paso a una bocanada de aire que nos invita a salir prestos de nuestro efímero refugio. La fina tela se hace a un lado y muestra ante nuestros ojos llenos de legañas, la inmensidad del paisaje que con cristalina transparencia se pierde en el horizonte.
Impulsados por invisibles fuerzas, recogemos el campamento con una celeridad poco común.
Los bellos cantos de los glaciares del atlas parecen habernos hechizado cuan sirenas a incautos navegantes, invitándonos a partir raudos en su busca. Así lo hacemos.
Con las sonrisas en ristre, embarcamos en nuestras naves de hojalata con las velas
tensadas, dejando atrás tan solo nuestras pisadas.
La pista continúa subiendo describiendo un semicírculo por la ladera de la montaña, gira bruscamente a la derecha salvando es cauce de un riachuelo para volver a torcer acto seguido a la izquierda, luego de nuevo a la derecha, de nuevo izquierda, ... El ascenso es constante y tras cada curva descubrimos como el camino se retuerce más y más, cada vez más estrecho, cada vez más bacheado, encaramado a la montaña.
Las pendientes comienzan a ser grandes y el firme del camino ya no lo es tanto.
El pobre amarillo no da más de sí y solloza exhausto. La altitud no ayuda mucho a su
pequeño y gastado corazón y se ve incapaz de seguir avanzando. El bueno de Rosita se ofrece sin dudarlo a aportar su granito de arena y lo remolca a duras penas en los duros repechos, pero la cosa no ha hecho más que empezar.
Esquivamos bloques de rocas desprendidos de laderas y paredes, sorteamos zanjas, esquivamos ríos y superamos grandes desniveles, embelesados por la indescriptible belleza del entorno. Nos encontramos en el circo glacial de Jaffar, el sol de los últimos días ha hecho remitir la nieve permitiéndonos llegar hasta aquí hoy. No obstante, nuestros amigos mecánicos (y especialmente el pequeño amarillo) se encuentran muy lejos de su hábitat y el esfuerzo se hace notar. En más de una ocasión, nos vemos obligados a abandonar el camino en busca de soluciones alternativas para afrontar un determinado repecho, y es que, los problemas de salud
del pobre amarillo son cada vez más patentes.
Poco a poco, los desniveles se hacen menores y el estado del camino mejora a su vez.
Durante las siguientes horas, disfrutamos como niños pequeños rodeando valles y cruzando ríos. La pedregosa pista se torna resbaladiza con la aparición del barro, los bordes del camino comienzan a poblarse de árboles y algunos pequeños riachuelos nos salen al encuentro para que por un instante chapoteemos en sus cristalinas y gélidas aguas.
Tras algunos kilómetros, una enorme pista nos sale también al encuentro y volvemos a tener una línea que seguir en el mapa.
Un precioso paisaje estepario nos acompaña, circulamos por la amplia y en ocasiones incluso asfaltada pista. Interminables y desérticos montículos se extienden ante nuestros ojos.
Estáticos al frente, cortados por nuestra estela de polvo detrás.
Seguimos el cauce de un bonito y aparentemente tranquilo río, pero la obligación de
desviarnos una y otra vez para sortear los puntos donde la carretera ha desaparecido, demuestra que la bestia despierta con los deshielos alcanzando un colosal tamaño capaz de engullir cuanto queda a su alcance.
Atravesamos pequeños poblados, donde somos interceptados por nubes de niños que nos saludan y persiguen.
Extasiados por los paisajes y vivencias del día llegamos a Imilchil, donde con la intención de poner la guinda, pedimos indicaciones para llegar a unos lagos que supuestamente hay por la zona y si el lugar lo permite, tal vez acaparemos allí. No somos capaces de dar con el camino que lleva a los lagos, pero nos llevamos el impresionante recuerdo de una sinuosa y empinada carretera que nos deja boquiabiertos. Tras las vueltas tratando de encontrar el dichoso camino y ayudados por la irrisoria velocidad que el panda amarillo desarrolla cuesta arriba, la noche nos da caza de regreso a Imilchil. Por alguna razón, no nos apetece pernoctar en este pueblo y continuamos algunos kilómetros en busca de un “camping” que hemos visto anunciado en un cartel.
Si conducir por Marruecos ya es de por si delicado, hacerlo de noche se convierte en toda una aventura. Extraños personajes ataviados con oscuras chilabas pasean y se cruzan por las carreteras, a pie, en burro o en bicicleta. A pesar de que circulamos despacio, los sustos que nos proporcionan sus fantasmagóricas apariciones son constantes.
Por fin llegamos al camping, con el gran logro de no haber atropellado ni a uno solo de esos seres nocturnos. El día ha sido realmente intenso, negociamos una habitación para los cuatro y cenamos. Tras la cena, una breve sobremesa con otros viajeros con interesantes y variados proyectos y rutas.
El día de hoy ha puesto de manifiesto que no podemos continuar rodando a este ritmo por lo que antes de irnos a dormir, decidimos dar un buen repaso al motor del panda amarillo.
Herramientas, linternas y risas se mezclan dando lugar a una insólita coordinación. Se limpia y ajusta el carburador y el encendido y se efectúa un reglaje de válvulas. En poco menos de una hora, el coche amarillo está de nuevo montado pero no podremos probarlo hasta la mañana siguiente, el resto de huéspedes nos lo agradecerán.
miércoles, 17 de abril de 2013
Una tierra sorprendente
Movidos por la belleza de los paisajes y apoyados por el calor del sol que hoy luce radiante, decidimos abordar la carretera de la costa. El trayecto es lento pero las vistas y el propio trazado de la bacheada carretera bien lo valen.
Comienza el Off-Road |
Un tornillo de M8 dentro del carburador! |
Ventosa acampada en el Atlas |
viernes, 5 de abril de 2013
Los comienzos siempre son difíciles
viernes, 22 de marzo de 2013
Un nuevo viaje
Mongol Bori sigue al pie del cañon.
A pesar de que ya hace algún tiempo que no hago ningun viaje digno de mención, sigo tan Mongol como siempre y lo que es peor, más Bori que nunca.
Con la excusa del pequeño viaje que comenzaré hoy (22/03/2013), retomo este blog con la esperanza de que sea la rampa de despegue para otros muchos más.
"Pequeño Amarillo" |
Como también es habitual en mis viajes, cabe mencionar que el pequeño amarillo continúa a pocas horas de salir colgado en el elevador, convaleciente de varias operaciónes a corazón abierto que como no podía ser de otra forma, se han efectuado a última hora.
"Rosita" |
Podría también entrar a detallar las averías mas bien crónicas que padecen los 4 ocupantes, sobre todo en partes como la razón o el sentido común, pero la cosa se alargaría demasiado.
El viaje en sí, consiste en un viaje de 10 días a tierras Marroquíes. Esta actividad que tan de moda se ha puesto en los ultimos tiempos, no comporta en principio demasiado reto pero estoy seguro de que con una ruta de 5.000km a traves del atlas dibujada en 10 minutos sobre google maps y la impresionante capacidad de complicar las cosas que nos caracteriza, acabará derivando en una alocada peripecia que seguro nos hara disfrutar de lo lindo.
Nos acompañas?
viernes, 17 de septiembre de 2010
La meta
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A bordo de
La máquina va perfecta y parece prácticamente indestructible, su pequeño corazón de
La convivencia con mis nuevos compañeros resulta realmente sencilla y la posibilidad de comunicarme en castellano-catalán me resulta todo un alivio.
En buena compañía, entre bromas, anécdotas y baches, disfrutamos de cada kilómetro de éste peculiar país. Los paisajes que con una inusual nitidez se extienden hasta el horizonte, parecen obra de algún alocado pintor que con tan solo tonos marrones y mustios verdes habría conseguido una sorprendente combinación capaz de dejarnos extasiados observándolos durante largos, larguísimos ratos.
A pesar de que la densidad demográfica de este país es irrisoria, a menudo aparecen en el paisaje puntitos blancos que no son sino “Gers”, circulares construcciones móviles donde viven familias nómadas dedicadas al pastoreo. Antiquísimos vehículos de
Los pobladores de éste peculiar país son gentes sencillas y amigables, parcos en palabras y poco dados a la comunicación en las ciudades y más atentos en zonas aisladas. Su curioso estilo de vida parece sobrevivir en un frágil equilibrio entre la simplicidad propia de su forma de vida nómada y la tecnología de las grandes urbes que no obstante no logra enturbiar sus extrañas tradiciones, costumbres e indumentarias.
Los días pasan casi tan veloces como los cientos de kilómetros de estepa que vamos dejando atrás. La cercanía de la meta se palpa en el ambiente y una extraña inquietud se apodera de nosotros cuando la indómita pista de tierra sobre la que hemos rodado los últimos 1500km se transforma en carretera, síntoma inequívoco de la inminente llegada a Ulan Bator.
Los nervios afloran imparables al compás de cada uno de los 370km que nos separan de nuestro destino. No en vano llevamos casi un año preparando ese momento y muchos, quizás demasiados días deseando que llegue. Los tres ocupantes de
Una indescriptible mezcla de sensaciones y sentimientos enfrentados me abordan cuando tras casi una hora perdidos por la ciudad alcanzamos por fin la línea de meta y es que tras casi cuarenta días de viaje con enormes dosis de alegría, terribles momentos de angustia y una interminable lista de caras, culturas, paisajes e idiomas uno se espera algo más que aparcar junto a un bar donde media docena de ingleses beben cerveza a precios desorbitados y donde nadie hace siquiera una mueca de interés hacia lo que para ti es la conclusión de la mayor aventura de tu vida.
El monstruo ha sido derrotado, el gigante que durante tantos meses ejercía de adversario ha caído produciéndome un vacío, que mezclado con la ilusión de una meta alcanzada y las inmensas ganas de volver me mantienen en un estado de confusión durante los tres días que permanezco en ésta ciudad. Tiempo más que suficiente para disfrutar de su horrible arquitectura, lo rancio de sus habitantes y la desesperante indiferencia de los organizadores del rally. Con la sonrisa en la boca, nos dirigimos no obstante al aeropuerto el cuarto día, con la sensación de haber estado en un paradisíaco lugar, y es que la alegría de haber llegado no se borrara tan fácilmente y son muchos los buenos recuerdos que asimilar.